El impacto de la pandemia en la educación no tiene precedentes porque ha deteriorado aún más los resultados educativos con el cierre de las escuelas, colegios y universidades; sin embargo, una de las noticias más alentadoras fue la llegada de las vacunas.

En el Ecuador el proceso de vacunación tomó un importante impulso en los últimos meses y actualmente, la Ministra de Salud, indicó que se ha inmunizado al 78 % de la población a partir de los 5 años, lo cual ubica al país entre los primeros de la región en alcanzar un porcentaje tan alto.
Con estos datos y luego de casi año y medio, se volvió prioridad para el gobierno y las más altas autoridades del sector, planificar un retorno progresivo y obligatorio bajo condiciones seguras; es así que los colegios debieron apresurarse y evaluar la mejor forma para que los estudiantes puedan volver a las aulas, con aforo completo y sintiéndose seguros y apoyados por sus profesores.
Sin duda, el rol de las escuelas, colegios y docentes es fundamental para este retorno, pero el de los padres es decisorio, ya que queda bajo su decisión el permitir a sus hijos regresar al aula. En ese sentido, hoy se ven enfrentados al reto de retomar un ciclo escolar “regular”, necesario para que los niños, niñas y adolescentes no sufran las consecuencias de una escolaridad incompleta.
¿Pero cómo hacerlo? Las instituciones educativas deben tener claramente delimitados los lineamientos y protocolos autorizados para que el retorno se dé bajo las mejores condiciones. A la par de promover una comunicación clara y asertiva que brinde a las familias una mayor seguridad.
Desde el punto de vista de los padres, puede ser estresante en circunstancias normales el regresar al aula, y mucho más en mitad de una pandemia mundial; sin embargo, los hijos pueden sentir más miedo o incertidumbre por lo que sus propios padres les transmiten. Claramente, aún nos encontramos combatiendo una pandemia, por lo que es responsabilidad de los padres hablar claramente con sus hijos y explicarles cuáles son las medidas de seguridad que se han establecido en las escuelas y colegios para ayudar a cuidar la salud de los estudiantes y los profesores; de esta manera, las identificarán, entenderán y aplicarán correctamente.

En cuanto a las clases, la confianza es la palabra clave. Una comunidad educativa regida por vínculos de confianza genera múltiples beneficios para los estudiantes. Los padres deben apoyarse y confiar en los docentes, ya que su trabajo no es improvisado, ellos son quienes tienen las bases y la experiencia para retomar la educación de sus hijos y realizar el acompañamiento pertinente dependiendo el nivel en el que se encuentran. Está comprobado que los vínculos positivos entre familias y docentes favorecen el éxito académico de los estudiantes en este retorno.
En definitiva, para afrontar este proceso de retorno obligatorio y garantizar el derecho a la educación de los estudiantes, cada uno de los actores en este proceso y desde sus diferentes roles: instituciones educativas, familias y docentes deben aplicar buenas prácticas, hábitos y metodologías que favorezcan el aprendizaje y el desarrollo de actividades seguras que garanticen el bienestar y autodesarrollo de los estudiantes.
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Bibliografía:
- Ministerio de Educación. 2020. Plan de Continuidad Educativa, Permanencia Escolar y Uso Progresivo de las Instalaciones Educativas.
- Ministerio de Salud Pública. 2021. Recuperado de: https://www.salud.gob.ec/coronavirus-covid-19/
- World Bank. 2019. Ending Learning Poverty: What Will It Take?. World Bank, Washington, DC. Recuperado de: https://openknowledge.worldbank.org/handle/10986/32553